En Somiedo hasta tienen un nombre específico: murueca, como ésta de la braña de Murias
Produce tristeza ver estas edificaciones que sirvieron de cobijo a vacas y ganaderos en aquellos tiempos tan duros, de supervivencia, que hoy ni siquiera imaginamos.
Como en la novela de Achebe, parece un indicador claro del tiempo en que vivimos: el fin de una cultura de convivencia entre el hombre y el medio que le rodea para pasar a otra cultura de explotación de los recursos sin reparar en las heridas que causa en el entorno natural: por todos lados restos de plásticos negros abandonados y por las sebes y portillas, ataduras plásticas de color naranja de las alpacas de yerba. Aún se acordaba ayer Alfredo, un vecino ya jubilado, cuando llegó con la primera segadora al pueblo hace cuarenta años y yo le iba a ayudar con un angazu para apartar la yerba recién segada y evitar que se atascase la máquina. Ya no se oye cabruñar al amanecer ni se ve por los caminos a los paisanos con la guadaña y los fierros al hombro y el gaxapu, con la piedra de afilar, en la cintura.
Y por delante de casa ya no volverá a pasar Periquín a lomos de su burro y con el zurrón a la espalda.
ResponderEliminarEl tiempo pasa para todos y nosotros también pasaremos aser un recuerdo para otros.